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Razones para leer a Humberto Ballesteros

  • Carlos Mario Mejía Suárez
  • Dec 30, 2015
  • 3 min read

Recientemente terminé de leer Razones para destruir una ciudad, primera novela de Humberto Ballesteros (2012). Yo estaba completamente envuelto en mantas porque el frío de la noche de navidad en North Dakota ameritaba dos y hasta tres capas de protección. En las sombras leía inmerso los últimos tres capítulos de la novela de Ballesteros en mi IPad. Había intentado comprar la novela en varias visitas a Bogotá, pero no tuve éxito así que terminé por caer en la tentación de leerla en el frío formato del IBook. La lectura fue interrumpida por deberes y más deberes desde mayo de este año, pero ahora, finalmente llegaba al final descubriendo las razones por las cuales la historia había quedado fresca en mi memoria y por las cuales había vuelto a sumergirme en la historia de Natalia, su delirante obsesión con Venecia y la lucha constante contra la emergencia de un contexto colombiano.

La primera de las razones que me llevaron a la novela fue saber que conocí al autor, que fuimos al mismo colegio y que nos volvimos a ver cuando yo terminaba la maestría en literatura en la Universidad Javeriana. Humberto enseña ahora italiano en la Universidad de Columbia en Nueva York y no hemos hablado desde que él asumió un curso de narrativa en la Universidad Nacional que yo dejaba atrás para iniciar mis estudios de doctorado en la Universidad de Iowa.

La segunda de las razones fue que mi amigo Germán Diego Fidel Castro, compañero de la maestría de literatura en la Universidad Nacional, me recomendó la novela.

La tercera razón fue que aún recuerdo con claridad en mi mente un par de conversaciones que tuve con Humberto mientras íbamos de camino de la Universidad Javeriana hacia el norte de la ciudad (ambos tomábamos el mismo bus que recorría toda la carrera séptima hasta la calle 127, pero él se bajaba en la 116 más o menos, y yo seguía el recorrido hasta la 127 con 15). En esas conversaciones Humberto me habló de su fascinación con el italiano y su conocimiento de la Divina Comedia. Así que cuando vi el título de la novela supe que era una obra escrita como un acto de pasión que combina lo académico con lo personal. Ballesteros (en nombre de los años que llevo sin verlo y de lo poco que realmente hablamos, creo que debo referirme a él por apellido) consigue esta mezcla en el personaje de Natalia.

Las siguientes son razones que me mantuvieron en la lectura:

- El hecho de que el narratario de la obra es un "tú" en el cual se desdobla Natalia para poder aceptar la necesidad de destruir la ciudad imaginaria/réplica en miniatura, que lleva toda la vida construyendo y escribiendo.

- La narración sostiene el esfuerzo delirante de la protagonista en un estilo realista muy preciso, concreto y austero.

- Los cuentos que Natalia imagina me recordaban el encanto del Borges que escribió El inmortal.

- La narración sostiene una tensión entre el esfuerzo íntimo de Natalia y un mundo real que se filtra a su vida y la acorralan hacia un final que no voy a mencionar para no arruinar la novela.

- Hay muchas más razones pero yo le sugeriría a mi lector que debería comprar la novela para descubrirlas.

Las siguientes son razones por las que quiero releer la novela:

- El tono austero hace que un episodio particularmente violento en el capítulo 16 tome tintes particularmente desgarradores. Quiero releer la novela para prestar particular atención a cómo la narración ha preparado al lector para este momento.

- Quiero leer pescando las descripciones de la maqueta construida por Natalia. Quiero imaginar estas imágenes con más precisión.

- Quiero releer esta novela estando en Colombia y quizás hacerlo en un bus que vaya de la Javeriana a la séptima porque quizás así logre entender el paso de estos años. Quiero reproducir así el momento de unheimleich que experimenté este año leyendo esta novela estando tan lejos de Colombia... estando tan al norte.

Al llegar al final de este texto me pregunto cuál es la ciudad/maqueta con la que yo juego y en la cual me escondo de la realidad emergente. Quizás no es una ciudad, quizás es una llanura de nieve y vientos árticos.


 
 
 

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