top of page
Search

Sobre la lectura de tres novelas como órbitas del tema de la violencia

  • Carlos Mario Mejía Suárez
  • Mar 24, 2016
  • 5 min read

Desde hace varios años me he embarcado en la tarea de leer lo más disciplinadamente posible cuanta novela colombiana puedo y llama mi atención. Es como una manera de extraer de mis viajes a Colombia cada tanto tiempo, un jarabe literario que me llevo conmigo a Minnesota o South Dakota, o Iowa… en fin… un jarabe que empujo lentamente y que me va dejando en la memoria el sabor a mi tierra, el olor a Bogotá esmogueada o rociada de lluvias; o el olor almizcloso de mi Barranca cálida (que hace ya muchos años no visito y no puedo culpar más que a mis propias decisiones por esa ausencia prolongada).

Es así que desde febrero he leído tres novelas que de alguna forma me traen ese sabor del mundo donde crecí, y que vuelven sobre las manecillas del tiempo literario del país… vuelven a pasar por el ciclo de las violencias, pero de maneras diferentes por supuesto. Este no es un blog de análisis literario, por supuesto, sino en el que proceso de alguna manera la forma de esta violencia en tres novelas. Y que espero que a alguien más le ayuden a procesar si no el mundo literario colombiano, sí el difícil trasunto de nuestro país hacia la paz -y aquí no me refiero simplemente al proyecto político de un presidente, si no a nuestra larga historia de conflicto.

Leí, pues, La oculta de Héctor Abad Faciolince, Los ejércitos de Evelio Rosero y ¿De dónde flores si no hay jardín? de Alonso Sánchez Baute. Entre las tres obras recorrí en un mes la historia de colonizaciones nacionales vistas desde una familia tradicional antioqueña, la penetración de agentes armados en comunidades locales vista por un anciano que comienza a perder la memoria, y los fondos urbanos en los que y a los que se desplaza a miembros de la sociedad considerados criminales.

La primera órbita es la de Faciolince… su La Oculta es la historia de tres hermanos que heredan una finca familiar llamada “La Oculta”… a través de cada uno de ellos asistimos a diferentes formas de violencia que manchan la relación familiar con la tierra. Antonio es el último varón de la familia y con él desaparecerá el apellido, ya que su homosexualidad en este caso precluye la reproducción del apellido. Su cierre del futuro lo lleva a buscar obsesivamente el pasado de colonización antioqueña y cómo en dicho pasado había un utopismo que se sabía imposible y acaso temporal. No sólo eso, sino que era un utopismo que habría excluído sus deseos y su identidad de género. Por otro lado, su hermana Eva encarna el recuerdo de la penetración paramilitar violenta, y tras la cual vemos la vulnerabilidad del cuerpo femenino que al final consigue empoderarse para sobrevivir… incluso si esta superviviencia pasa por la desvinculación de la tierra. Y, finalmente, la tercera hermana, llamada Pílar, recuerda el terror de los secuestros llevados a cabo por la guerrilla y cómo su respuesta al mismo le permitió fortalecer sus vínculos con la tradición y la tierra. Resuenan en esta novela las ilusiones de una clase media alta que sueña con la tenencia de la tierra desde su mundo urbano, desde sus exilios extranjeros.

La segunda órbita es la de Los ejércitos de Rosero narra la historia de San José, un pueblo que es gradualmente exterminado por el conflicto entre guerrilleros, paramilitares y el ejército nacional. Puesto en medio del fuego cruzado, el anciano Ismael, maestro retirado del pueblo, intenta sobrevivir al despoblamiento, la toma del pueblo y la desaparición de su mujer. Como lectores, seguimos la perspectiva vulnerada de este hombre, no sólo por estar entre la espada y la pared, sino porque su memoria comienza a fallar y es dejado atrás por todos. En esta novela destaca la magistral intercalación de las amenazas violentas externas y el olvido que se apodera de la mente del narrador protagonista. En cierta forma leemos el desmantelamiento de una comunidad por medio de una violencia que es difícil de identificar (son simplemente ejércitos y no tenemos mucha claridad con respecto a quiénes llevan a cabo cada acción violenta específica), al mismo tiempo que leemos a nivel personal cómo se desmantela el recuerdo de dicha comunidad. Esta novela además resulta llamativa en cómo Rosero minimiza el tipo de juegos más estéticos que se observan en otras de sus obras, como Plegaria por un papa asesinado (donde un coro de mujeres lleva a cabo una plegaria por el papa revolucionario asesinado), La carroza de Bolívar (donde usa el carnaval de Pasto para burlarse de Bolívar como ícono identitario de la nación colombiana - insertando en medio de dicha burla la perspectiva horrorosa de lo que sufrió el pueblo de Pasto cuando el libertador los sometió militarmente) y Los almuerzos (donde se representan burlonamente las iniciativas caritativas de un sacerdote y el grupo de piadosos que le ayudan).

Finalmente, la órbita que explora Alonso Sánchez Baute en su ¿De dónde flores si no hay jardín? muestra su ábil uso del registro oral para representar perspectivas marginadas. Esta obra es realmente una colección de tres relatos que giran en torno a un mismo universo de violencias crónicas en las urbes colombianas. El primer relato sigue a Jackson, un asesino que curiosamente concentra su narración en la manera en que se relaciona con las mujeres. Tras la misoginia que recorre su relato se encuentra un hombre que constantemente se siente vulnerado emocionalmente por las mujeres en su vida, manipulado, vilipendiado y sometido. Su constante desplazamiento, sus pocas raíces y la violencia familiar de la que emergió crean el determinismo de un hombre que proyecta en las mujeres en su vida esa misma violencia. Pero si este determinismo del primer relato nos deja con un sinsabor naturalista, la historia de Gema Almendrales vuelve sobre la manera en que una prostituta eventualmente desmantela los discursos que la sometieron. Esta “autobiografía” que es el relato más extenso del libro, narra la vida de una mujer formada por una madre que la despreciaba y que siempre la llamó fea. La fealdad interiorizada de Gema, es una fealdad racial… constantemente identifica ella en su apariencia rasgos afro o mulatos que la pondrían al margen de la sociedad. Cabe mencionar que la obra enfatiza este margen como un discurso impuesto por la madre y que Gema interioriza. El tercer relato es el de Santiago, un drogadicto que perdió todo, no tanto debido a la adicción, sino a las incursiones del crimen urbano en su vida: violación, asesinato y robo. En este último relato destaca una voz masculina que expresa la manera en que haber sido víctima de violación desmanteló su masculinidad y lo fue empujando hacia diferentes formas obsesivas de reconstruir dicha masculinidad: el deporte, el sexo, y finalmente el bazuco. Al lector sólo puedo aquí recomendar esperar a leer las dos últimas páginas de este relato, que realmente resultan conmoderas de manera poco usual. Los tres relatos se hilvanan por la presencia de un bar llamado “El Infierno” y un personaje destruído por la violencia de la ciudad: Salvador Huerga. Las implicaciones simbólicas de este hilo son claras y dejaré al lector que al encontrarse con la obra de Sánchez Baute encuentre las implicaciones exactas de dicho simbolismo.

Quizás sobra decir que cada una de estas tres novelas resulta llamativa por diferentes razones… de Faciolince, su estilo descomplicado, directo, pero lleno de sugerencias significativas, así como emocionales. De Rosero, su hábil seguimiento de una perspectiva vulnerada por el olvido así como el uso de descripciones precisas y poco estetizadas de la violencia. De Sánchez Baute, la exploración exhaustiva y sin pretensiones de perspectivas oscuras sobre la ciudad, el uso de referencias populares, a libros de autoayuda, lo corporal y lo intelectual. Esas voces literarias seguiré procesando aquí… lejos de Colombia, buscándola en estas voces escritas. Quiero creer en el poder de la literatura para, junto a mi familia y amigos, mantenerme en contacto con mis raíces y quizás algún día volver.

Mis siguientes lecturas serán: Demasiados héroes de Laura Restrepo, Tierra quemada de Óscar Collazos y, quizás, la más reciente novela de Tomás González Niebla al mediodía.


 
 
 

Commenti


Featured Posts
Recent Posts
Search By Tags
Follow Us
  • Facebook Classic
  • Google Classic

FOLLOW ME

  • Facebook Classic

© 2023 by Samanta Jonse. Proudly created with Wix.com

bottom of page